Mila en Berlín. Salida.

27 de octubre de 2019. Llegada a Berlín.


            Conmigo se realiza la segunda movilidad del profesorado del IES Isla de León dentro del programa Erasmus+. Ya mi compañero, Javier Ruiz, en su primera entrada en este blog explicó el objetivo que movió a nuestro centro a participar en este proyecto: mejorar los resultados académicos y la motivación del alumnado poniendo en práctica otras metodologías.  De ahí que nuestro proyecto, de tipo KA1,  se titule El Isla en Europa por el cambio metodológico.
            
En un principio la idea de participar en este proyecto no me llamó la atención porque consideraba que ya era un arduo trabajo llevar la Jefatura de Estudios Adjunta de Enseñanzas Semipresenciales, pero mi compañera, Pilar, una tarde me lanzó una pregunta como quien no quiere la cosa: “¿No te interesa el programa Erasmus+?”

A mí siempre me ha llamado mucho la atención el conocer países y culturas nuevas y siempre he creído que una buena baza es aprendiendo la lengua del país en cuestión. Obviamente, no hay vidas para aprender las lenguas que en el mundo se hablan pero, como lingüista de formación, la curiosidad en torno a otras lenguas distintas a la mía siempre me ha inundado. Por esto, hace ya tiempo, decidí estudiar alemán y fue así, a través de la lengua alemana, como he podido profundizar un poco más en las costumbres, tradiciones y folclore de este país. Este fue uno de los motivos por los que me decidí a solicitar la movilidad: entrar en contacto con otras culturas, en concreto la alemana. Ahora quedaba encontrar un curso que se ajustara al diseño del proyecto que nuestro centro había solicitado. Y, voilá, lo encontré: “Management Solutions for Teachers and Flipped Class” y PBL, es decir, “Clase invertida” y “Proyectos basados en aprendizajes”. Para colmo se realizaba en Berlín, ciudad que conozco bastante bien y que, desde antes de ir por primera vez, me había cautivado por su historia a corto, a medio y a largo plazo. Por otra parte, el hecho de viajar sola era un hándicap, ya que nunca lo había hecho y no estaba segura de que tal experiencia pudiera ser satisfactoria para mí, pero consideré que era una buena oportunidad para realizarla. Todo decidido. Por lo tanto, solo tenía que ponerme en marcha. 

El 27 de octubre debía llegar a Berlín para empezar el curso el día 28. El curso duraría una semana y sería impartido en inglés.

A las 10.45 despegaba mi vuelo del aeropuerto de Sevilla. Haría escala en Munich de 1 hora y media, para después tomar otro vuelo hacia Berlín. 
     

                                          
           Aeropuerto de Sevilla

El primer vuelo duraba 3 horas aproximadamente pero el piloto, de la compañía Lufthansa y alemán, logró ahorrarnos 10 minutos de estancia en las alturas. 

Ya había llegado a Alemania pero quedaba otro avión más. La hora y media de escala pasó muy rápida porque aproveché para comer algo y atender otras necesidades. 

Pues bien, a las 17.00 de la tarde, entre un avión y otro, aterrizaba en Berlín, en concreto en el aeropuerto de Tegel. Antes de iniciar el viaje, me informé sobre cómo llegar al centro de Berlín (Mitte) y, si bien el aeropuerto Tegel está anticuado, las conexiones que ofrece son fantásticas. En mi caso, llegaría en autobús al centro de Berlín. Debía tomar el S+U en dirección Hauptbanhof que tenía su parada en la Terminal A. Para mi suerte, mi vuelo aterrizó en esta Terminal, por lo tanto, solo tuve que buscar la salida (Ausgang) y, supuestamente, el autobús debía tener una parada por allí.
Lo primero que me llamó la atención es que cuando salí de Sevilla a las 10.45 hacía calor y el sol relucía casi como en verano, sin embargo, cuando volví a respirar aire fresco, la noche se había apoderado del mundo y llovía tenuemente. También tengo que decir que, como ya he comentado más de una vez, nada más llegar a Alemania la amabilidad de los alemanes se manifestó. Tienen fama de serios y distantes pero, en mi caso, la experiencia que he vivido con ellos ha sido siempre un argumento lo suficientemente fuerte como para echar por tierra esta idea. En este caso, un señor del servicio del aeropuerto se dirigió a mí y me preguntó si necesitaba ayuda. Le comenté que buscaba el autobús hacia la Estación Central y muy amablemente se acompañó hasta la salida. Solo tuve tiempo de darle las gracias (Bitte schön) porque el autobús se aproximaba hacia el lugar donde me encontraba. Subí rápidamente con mi maleta; ahora debía saber dónde debía bajarme. Ya había empezado a hablar y a oír alemán pero, a partir de este momento, todo a mi alrededor estaba escrito o dicho en ese idioma, inmersión total. De pronto, oí una voz en off que decía que ese autobús terminaba en la Estación Central. Pues nada, sin problemas: cuando el autobús llegara a su final, me bajaría. Así lo hice, ahora  debía buscar el hotel. Sabía que el hotel no estaba muy lejos del centro pero cuál fue mi sorpresa cuando alcé la mirada y leí el nombre del hotel: ¡se encontraba a 100 metros de la Estación Central! Así que andandito me fui hacia el hotel. Tenía que registrarme, acomodarme, cenar y preparar todo lo necesario para el día siguiente. 

La Estación Central de Berlín es un edificio multifuncional de los que están muy de moda en la ciudad. Dando vueltas, decidí comer en uno de los diversos restaurantes que se encuentran allí, todos ellos rodeados de trenes por doquier. Es un edificio ultramoderno y espectacular. Más tarde me toparía con otros del mismo estilo y entendería el porqué de tanto cristal en su construcción. 





















                               


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